miércoles, 25 de febrero de 2009

Se abre la Jaula!


Una historia cuenta de cómo el diablo y un amigo suyo estaban
paseando por la calle cuando vieron delante de ellos a un hombre que levantaba algo del suelo y, después de mirarlo, se lo guardaba en el bolsillo. El amigo preguntó al diablo: “¿Qué recogió ese hombre?” “Recogió un trozo de la Verdad”, contestó el diablo. “Ese es muy mal negocio para ti, entonces”, dijo su amigo. “Oh, no, en absoluto”, replicó el diablo, ........
“voy a dejar que la organice”.


Yo sostengo que la Verdad es una tierra sin caminos, y no es posible acercarse a ella por ningún sendero ni por ningun grupo. La Verdad, al ser ilimitada, incondicionada, inabordable por ningún camino, no puede ser organizada; ni puede formarse organización alguna para conducir o forzar a la gente a lo largo de algún sendero en particular. Si desde el principio entienden eso, entonces verán cuan imposible es organizar una creencia. Una creencia es un asunto puramente individual, y no pueden ni deben organizarla. Si lo hacen, se torna en algo muerto, cristalizado; se convierte en un credo, una secta, una religión que ha de imponerse a los demás. Esto es lo que todo el mundo trata de hacer. La Verdad se empequeñece y se transforma en un juguete para los débiles, para los que están sólo momentáneamente descontentos. La Verdad no puede rebajarse, es más bien el individuo quien debe hacer el esfuerzo de elevarse hacia ella.
Ustedes no pueden traer la cumbre de la montaña al valle. Si quieren llegar a la cima de la montaña, tienen que atravesar el valle y trepar por las cuestas sin temor a los peligrosos precipicios. Tienen que ascender hacia la Verdad, esta no puede “descender” ni organizarse para ustedes. El interés en las ideas es sostenido principalmente por las organizaciones, pero las organizaciones sólo despiertan el interés desde afuera. El interés que no nace del amor a la Verdad por sí misma, sino que es despertado por una organización, no tiene valor alguno. La organización se convierte en una estructura dentro de la cual sus miembros pueden encajar convenientemente. Ellos no se esfuerzan más por alcanzar la Verdad o la cumbre de la montaña, sino que más bien tallan para sí mismos un nicho conveniente donde se colocan, o dejan que la organización los coloque, y consideran que, debido a eso, la organización ha de conducirlos hacia la Verdad.

Yo no deseo seguidores, y esto es lo que quiero que entiendan. En el momento en que siguen a alguien, dejan de seguir a la Verdad. No me preocupa si prestan o no prestan atención a lo que digo, deseo hacer cierta cosa en el mundo y voy a hacerla con total concentración.

Ustedes están acostumbrados a la autoridad, o a la atmósfera de autoridad, la cual creen que va a conducirlos a hacia el exito. Creen y esperan que otro, por sus extraordinarios poderes—un milagro—podrá transportarlos a ese reino de la eterna Felicidad. Toda la perspectiva que tienen de la vida está basada en esa autoridad.

Cuando buscan una autoridad que los conduzca hacia la cima, se obligan automáticamente a crear una organización alrededor de esa autoridad. Por la creación misma de esa organización, quedan presos en una jaula. Si yo les hablo francamente, recuerden, por favor, que no lo hago así por dureza ni por crueldad ni a causa del entusiasmo por mi propósito, sino porque deseo que comprendan lo que estoy diciendo. Esa es la razón por la que están aquí, y sería una pérdida de tiempo si yo no explicara claramente, decisivamente, mi punto de vista.

Para qué, entonces tener una organización?
Se han acostumbrado que se les diga cuánto han avanzado, cuál es el grado que poseen. ¡Qué pavada! ¿Quién sino ustedes mismos puede decir si son hermosos o feos por dentro? ¿Quién sino ustedes mismos puede decir eso??!

Ustedes pueden formar otras organizaciones y esperar por algún otro. Esto no me concierne, como tampoco me concierne crear nuevas jaulas y nuevas decoraciones para esas jaulas. Mi único interés es hacer que los hombres sean absolutamente, incondicionalmente libres.


Krishnamurti, el 2 de agosto de 1929